Este sábado el milagro volvió a producirse. Los chicos surgen, de pronto, atravesando la calle, corriendo, casi sin aliento, después de una caminata de más de 20 minutos... Son los chicos de la Vaquita Echada, vienen de la mano de estudiantes universitarios anónimos casi, a quienes conocemos más, por el corazón, que se sale desbocado por los ojos, las sonrisas, la piel... Ahí, nunca estoy muy segura, a quién se puede querer más, admirar más, cobijar aún más.. si a esta bandada de chicos, los más chicos, los niños de la villa o los otros, los chicos más grandes, algunos de los cuales, todavía no han llegado ni a los 20 años y ya andan así por el mundo: comprometidos, jugados, con la convicción más fuerte que podamos rebuscar en nuestro bagaje personal para enfrentar desafíos. Ellos y ellas, están ahí, entregados, íntegros, dispuestos a darlo todo por el otro, aquello que nosotros, los cuarentones, en los 70, los 80 lo aprendíamos de la mano de la Palabra cristiana, de sacerdotes tercermundistas, ahora son estudiantes, que vienen convencidos de que para cambiar el mundo, es preciso primero darlo todo por el otro... guau... ¿qué nos pasó a los adultos? Acaso obnubilados por los brillos de una década del 90 que supo poner en el apogeo y caída de un mundo crudo, individualista y enrejado. No solo simbólicamente, sino visiblemente, en cada casa que puso un freno al otro, al otro concebido de antemano como posiblemente peligroso (aquel otro del que habla Silvia Bleichman en ese fantástico libro "Dolor país y después" como una radiografia de la Argentina posnoventas).
Creo, quizás mi mundo es demasiado pequeño, pero estoy segura que hay más mundos como este, de la pequeña biblioteca en los garages, amordazada, enrarecida, con los niños en la vereda, en el suelo, disfrutando del libro, de la palabra en la narración que nos abre hacia una lectura del mundo, otros mundos... estos pequeños milagros, no quiero dejarlos pasar asi, como nada más que otro taller de lectura, de otros sábado, intuyo que albergan algo más importante, más trascendente: y es que hay una juventud, consciente, convencida de que otra Argentina es posible y no se la imagina embebidos en una birra, la están haciendo, ellos mismos, cada día, en cada ejercicio concreto de garantizar al otro el acceso a la cultura y la educación.
S. Yulán
un enorme gracias a Santi, a Mauricio, a Vico, Nati, Juan, Anita, la Colo, por tanta entrega y tanto amor...!!
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